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miércoles, 25 de abril de 2012


Ah Roly.

Te fuiste, eso ya lo sé, no logro entenderlo al ver tus fotos en facebock, te ves bien, relativamente bien, te veo en otras fotos compartiendo con personas que no conozco pero que evidentemente, tu si; tenias esa facilidad para caerle bien a las personas cuando querías, no terminamos en buenos términos, quizás por mi intolerancia, quizás por tu soberbia, siempre fuiste así, soberbio y rebelde, yo también sigo siendo así intolerante y rencoroso, siempre que las personas mueren, solo se cuenta lo bueno de ellas, pero yo me niego a seguir esa costumbre o mal habito, yo lo cuento todo, solo en migración me permito vivir de la mentira fuera de ahí y a mis casi 50 años, 33 años de mentiras permanentes en aquel país, donde te obligan a mentir antes que a hablar me hartaron hasta el ultimo ápice de mi estrujado cerebro o como decía mi mama; desde el pendejo mayor o hasta el pendejo teniente coronel, hasta ahí me tenían los malditos comunistas.

Llegaste a nuestras vidas, como un torbellino de aire fresco, caliente y de todas las temperaturas, el primer recuerdo que tengo de ti es tratando de arreglar un bombillo con una licra roja que te marcaba el culo hasta lo inimaginable y tratándole de enseñar a nuestro vecino tus atributos, vecino que no tardo mucho en caer en tus telarañas amatorias, o como te decía yo “eras el terror de las mujeres casadas”.

Te abriste pasos entre sueños, siempre sueños, a veces algunos los lograbas realizar, lograste hacerte de un grupo de bailarines, tu cantabas, te deshacías entre acordes y vibratos que los amplificabas y nos dejabas a todos con dolor de cabeza, pero eso si insistías y tenias esa perseverancia de buey empecinado de Pinar del Rio, que no oía los no, no entendía de sugerencias, y a veces tenías razón, te enredaste con uno de los bailarines como era lógico pensar, siempre y justo al que no le interesabas, los que te querían calladamente esos no te interesaban, eso ya lo sé, siempre fuiste en busca de lo imposible, actuabas en aquel grupo de teatro en el que te sentías menospreciado y desaprovechado tu talento, pero Roly, siempre quisiste demasiado, lo querías todo, absolutamente todo y no eras demasiado bello, ni demasiado alto, ni demasiado fuerte, siempre fuiste corazón, todo corazón y eso no siempre se ve desde lo alto de las tablas y donde solo luce el que se acuesta con el director, y con el que nunca tuviste nada a pesar de mi insistencia de que lo hicieras en fin uno más, no significaba nada y podía traerte algunos beneficios, pero no, nunca aceptaste.

Yo a veces te acompañaba, siempre disfrutaba de tu compañía pero solo a ratos; tenias la facultad innata de sacarme de mis casillas, de no saber cuándo parar, de disfrazarte de mujer y no querer nunca quitarte la peluca o los zapatos de tacones, hasta que yo tocaba la puerta sin tu verme y la abría, tu salías corriendo para el cuarto y yo decía al abrir la puerta –“Tania, si aquí esta Roly-“ y ya tu salías sin vestido y sin tacones veías que no había nadie en la puerta y solo medias MARICON¡¡, - reías con una mueca de disgusto  y corrías a disfrazarte otra vez, eras realmente incansable, no sé de donde sacabas tanta energía, cuando a veces vivías a punta de tisanas que hacia tu abuela y medias comidas que te dábamos nosotros, cuando cogiste confianza fue casi peor prácticamente vivías allá arriba, llegabas con el pan del desayuno, ahí te bañabas, casi siempre había jabón, comías y le gritas a tu madre que te planchara la ropa mojada, para irte a trabajar, tenias esa penosa afición de echar la ropa a la lavadora cuando llegaba la guagua a buscarte y luego a correr y secarla con la plancha, definitivamente perdías mucho tiempo “pajareando”, quizás demasiado, el resto de los bailarines se sentaban a conversar en tu casa o en la mía, ya después casi siempre lo hacías en la mía, desde aquella nefasta tarde en que uno de tus arrebatos de cólera le exigiste demasiado a tu mama y porque no tenía la casa limpia y recogida, o como le decía yo “la cueva del humo”, por las innegables marcas que dejaba la cocina de luzbrillantes en las paredes, ese día llegaste a la casa llorando; yo ya había escuchado los gritos desde arriba, todos los vecinos en los balcones y los golpes, los gritos y los escándalos, subían por las paredes para alegrías de los vecinos, en ese edificio, las broncas entre vecinos eran más entretenidas que lo que daban en la televisión, al final siempre la televisión cubana ha sido tan aburrida, te abrí la puerta porque sabía que nadie más lo haría solo yo podía aceptarte, aunque no aprobarte, solo te dije –“ te pasaste siete pueblos y todos con luz roja”- sabias lo que te decía, solo lloraste y me dijiste que no podías mas, que se te iba la mano, aunque tu madre gritara, que no aguantabas, se perfectamente lo que te pasaba, siempre quisiste aparentar lo que no eras, lo que no podías ser, lo que es tener esa permanente realidad de vivir en un tugurio de Guanabacoa, no había manera de cambiarlo, aunque fueras el más talentoso de la ciudad, era imposible cambiar los muebles rotos, las patas de las sillas apuntaladas con ladrillos, porque tiempo antes había sido con latas de leche que ya se hubieran comido en otros momentos de peores necesidades las paredes sucias, los brochazos de pintura de tu hermano por todas partes y el aceite de carro regado por tu otro hermano por el piso.

No querías que la gente viera eso, pero como evitarlo, todos vivíamos así, en esa penuria permanente, comiendo solo arroz con frijoles y sal en el mejor de los casos, a veces tu papá se robaba algo del trabajo y por eso en tu casa a veces se comía mejor y hasta algo lograbas robarte para que pudiéramos comer allá arriba, siempre recuerdo el famoso robo de la gallina,” estábamos en mi casa (como casi siempre) y estaba Adriana, (Nicolás como siempre para el trabajo, se levantaba casi sin amanecer para irse a trabajar en esa empresa donde no se hacía nada, donde solo a veces vendía panquesitos hechos a base de bicarbonato y que parecían alka zelser gigantes, bueno en fin, el trabajaba siempre le gusto trabajar esa generación aun pensaba que ese país tenía solución y que el trabajo ennoblecía, en fin se frustraba un poco cuando yo cogía certificados médicos por 30 días y me ganaba en una semana paseando extranjeros lo que ganaría el en tres años de trabajo en esa empresa revolucionaria); pero regresemos al robo de la gallina, no había nada que comer en mi casa y nos dijiste “en súper gay confidencia”, que tu papa había traído” (robado)”, unas gallinas del trabajo pero que estaban muy bien custodiadas en el refrigerador de tu casa, por tu mama y tu abuela, así que había que urdir un plan estratégico y realmente fue un plan casi científico, (odio la palabra militar), decidimos dejar a Olga Lidia arriba con una jaba amarrada a una soga “ah sí, había soga”, la estaba guardando para ahorcarme, pero siempre dude que soportara mi peso y lo peor aun que no tenia de donde amarrarla sin que me llegaran los pies al piso, en fin Olga Lida amarro la soga a la jaba con una piedra dentro para que hiciera peso, Amalia  tu y yo bajamos a tu casa, dejamos a Amalia dándole combersacion a tu mama en el balcón yo entretenía a tu abuela en el cuarto, mientras tú te fajabas con la gallina congelada pegada casi con cemento al congelador, lograste arrancar la gallina echarla en la jaba, alar dos veces para que Olgui la subiera, sonreírle a Fichiqui (el de vigilancia del CDR, que no entendía nada), y subir corriendo para mi casa, cuando logramos terminar de conversar con tu mama y con tu abuela y subimos a mi apartamento ya estaba la gallina despeluzada dentro de la olla de presión y pitando alegremente con una arroz con pollo delicioso y entrañable, después tuvimos que recoger los huesos y llevárnoslo para botarlo lejos de casa, no podíamos dejar esa huella en nuestra basura, tu mama era muy capaz de subir a revisar nuestra basura y ver los huesos, no sé si logro saberlo o no, pero siempre reímos al acordarnos del robo de la gallina, tantos años tu papa lamiéndole las botas al gobierno tenía que servir de algo al menos no?, “dando vueltas”, le decía yo para no decir el nombre de la empresa donde trabajaba tu padre “Rumbos”, un giro gramatical para un país donde todo se dice en claves.

Salir en contigo y tu grupo de baile a aquel lugar donde eras la estrella triunfante y que hoy no hay manera que recuerde como se llamaba, quedaba muy lejos pero eras tan fuerte que hasta una guagüita te habías agenciado (en aquel momento que no había guaguas y menos aun gasolina), que los llevaba y los traía, allí lucias en todo tu esplendor , dentro del camerino donde había una baño con la taza rota que no se podía cagar, pero si mear de pie hasta las mujeres, eso no era lo peor de todo, tenían que maquillarse secarse el sudor entre brochazo y brochazo, poner las cintas en puntas el pobre Jorge Luis (la representanta), yo tengo esa mala manía de ponerle sobrenombres a todos y al él según tu ser tu representante (pero dios alguien podía representarte mejor que tu mismo, nadie), en fin era tu asistente en toda regla y siempre lo hacía todo, pobre criatura que siempre te amo, pero nunca lo atendiste y siempre lo recordare a él, en aquel dramático entierro de tu perro Muppet, recién había llovido, habían abierto un hueco en el bosquecito, un pequeño matorral que nos quedaba en la misma esquina del edificio que lo mismo servía, para enterrar animales, que para encuentros sexuales escondidos, que para atracos a los pasantes, allí enterraste a Muppet, allí estábamos todos, Olgui, Nicolás, tu mama, tu hermano, Jorge luís y yo, y algún curioso que pasaba a la “representanta” hacia poco le había llegado una tía de Miami y le había traído algunas cositas entre ellas unos zapatos que tu habías decidido estrenar ese día lluvioso para tu show, tu llorabas, tu hermano lloraba , los demás hacíamos pucheros y Jorge Luis daba alaridos espantosos y se agarraba los pelos y al verlo mirar sus zapatos hundidos en el fanguero puestos en tus pies no pude aguantar la risa y me tuve que ir, tu solo le estrenabas los zapatos en pleno fanguero, en fin los bailarines te seguían, el director del lugar te seguía yo te seguía y hasta nos divertía tus innumerables perretas, allí creo que eras feliz cantabas lo que te daba la gana, bailabas como querías y hasta sudabas todo con la sonrisa permanente de quien es por un momento feliz… ( Continuara)

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